Los dos marineros quedaron casi petrificados junto al capitán que permaneció inmóvil con los mismos pegado al timón, mientras observaba cómo nueve castillos invisibles aparecieron de repente en mitad del mar. De pronto oyó una voz que penetró vivamente en sus oídos. Se trataba de un anciano portando una antorcha de luz radiante que lo observó detenidamente, y le pidió que cogiese su mano y lo acompañase hasta la popa, ya que debía enseñarle algo importante.
Le narró que a orillas del Mediterráneo como de otros mares, sucedían extraños misterios los días gélidos de invierno, y que inmensos castillos de piedra renacían del fondo de los mares y poderosos se elevaban hasta el cielo en medio de la inmensidad oceánica. Dichos castillos eran custodiados con banderas y escudos violetas por los señores del viento y del mar, protegiéndolos de los humanos, ya que éstos albergaban en su interior extraordinarios tesoros que conectaban a nivel multidimensional con espacios y galaxias, al tiempo que guardias gigantes se erigían a la entrada de los mismos actuando como escudos contra cualquier enemigo…