Marco era un joven marinero treintañero que embarcó un día gélido de invierno. Habiendo aprendido las costumbres de los marineros, sabía los cambios bruscos de temperatura y las temeridades que el mar envolvía.
De ahí su respeto, transmitido por su padre, que le enseñó los bruscos cambios que se producían en los océanos, la dirección de los vientos o las terribles corrientes opuestas, remolinos marinos y demás peligrosos fenómenos atmosféricos que se desatan repentinamente en el inmenso mar. Leyendas de piratas, de barcos y veleros fantasmales urdían su mundo y le hacían soñar en tener su propio velero, y partir cualquier día. Hasta que su sueño se cumplió y embarcó con el capitán David, un día de invierno, hacia las gélidas aguas del Mar del Norte.
El diario de a bordo poseía una bella rosa roja en su portada, y se hallaba colocado junto a otros objetos de gran valor para el marinero, del que lágrimas aparecieron cuando recordó un amor a lo grande, ya desaparecido.
Oía voces en ocasiones…
Éstas le hacían extremar la precaución en alta mar, y virar el timón a babor o estribor.
También recordó vivamente una historia en la que habiéndole preguntado a una joven marinera llamada Clara, que viajaba con él porqué de repente se halló de pie con los ojos azules fijos en el horizonte, donde una extraña niebla atrapó el navío…