Los cálidos días de sol otoñales mostraban la lápida gris de Edward, junto a un gran árbol, cuyas hojas caían azotadas por el gélido viento. Laura bella joven, llevaba rosas a su marido, un joven marinero desaparecido en alta mar, y cuyo honor honraba el 1 de noviembre. Sus profundos ojos verdes, y sus rubios cabellos deslumbraban dondequiera que se hallase, debido a la luz que desprendía de su mirada.
Siempre soplaba el viento con fuerza en aquel lugar. Sensible, se había retraído a sí misma innumerables veces, y recordaba el día en que conoció a Edward, escritor y marinero.

Un bello amanecer de julio se encontraron, cuando él se halló leyendo sobre la arena, mientras posaba su vista en el mar, allá a lo lejos, siete años mayor que ella, le atrajo la atención, mientras paseaba mojando sus pies en la fría orilla del mar del Norte. Se enamoraron desde entonces, hasta que él desapareció un fatídico día al naufragar supuestamente su barco en alta mar. Nunca se pudo constatar su desaparición. Timothy, un bello y esbelto marinero juró a Laura que entre aquellos que hallaron, nunca apareció Edward.
Sin embargo se dio como desaparecido y ella cayó en una profunda depresión, y encerrándose en aquel bello lugar en las afueras de Normandía…